Tabla de Contenidos
- 1
- 2 1. Investigación empírica: proceso y partes
- 3 1.1 El Marco teórico
- 4 1.2. El Marco metodológico
- 5 1.3. Elementos “brújula”: preguntas de investigación, hipótesis y objetivos
- 6 1.4. Elementos empíricos: hechos, variables y datos
- 7 1.5. Construcción de las muestras
- 8 1.6. Categorización de las variables
- 9 1.7. El análisis y las conclusiones
1. Investigación empírica: proceso y partes
La actividad investigadora fundamentalmente consiste en percibir, interpretar y sistematizar los fenómenos del entorno natural y social, para comprenderlos y así poder controlarlos mejor. Cuando esa labor de conocimiento se realiza acercándonos a la realidad donde se produce, a la Naturaleza o a la Sociedad, la calificamos de investigación científica porque aplica el método científico de contraste de hipótesis con la realidad. Es decir, investigar es conceptualizar la realidad con el propósito de comprenderla y poder actuar en ella (Izquierdo, 2018a, 79).
Es importante tener muy claro un primer esquema holístico del proceso investigador, es decir, contar con una estructura en la que se analicen las propiedades de cualquier objeto (físico, biológico, social, económico, mental, lingüístico, etc.) en su conjunto y no solo a través de las partes que los componen. La manera más resumida de describirlo sin obviar ningún paso importante sería distinguir entre: marco teórico y marco metodológico. ¿Qué significa esto? Muy esquemáticamente: sumar algo nuevo (hacer), a partir de lo que ya existe (leer).

¿Para qué nos sirve esta primera división tan básica? Para tomar conciencia de las dos grandes operaciones que debemos realizar al investigar y que, siendo complementarias, son de naturaleza diversa y, sobre todo, otorgan la cientificidad (siempre que se ejecute de manera adecuada) al proceso de investigación.
Los trabajos que los estudiantes han realizado previamente en su vida académica son diferentes al proceso de investigación de una Tesis doctoral. Hasta ahora el alumnado en sus diferentes pruebas de evaluación: ensayos, exámenes, trabajos… tanto teóricos como prácticos, se ha dedicado a reproducir conocimiento ya existente, conocimiento “elaborado” por otros autores; también en las creaciones más prácticas porque en definitiva lo que ha hecho ha sido aplicar o reproducir conceptos aprendidos. (Izquierdo, 2018a, 82 y ss.)
Sin embargo, a partir de ahora, mediante el conocimiento del método científico y las técnicas adecuadas y, sobre todo, la adquisición de una mentalidad investigadora se puede empezar a crear conocimiento científico nuevo. Dicho de otra manera, al estudiar metodología, el alumnado puede cambiar su posición ante el conocimiento, pasando del estado pasivo al activo, de absorber a crear, de estudiante a investigador.
Entonces ¿en qué consisten esos dos grandes apartados? Hay que diferenciar con claridad dos tipos de procesos y operaciones en investigación: una es la que tiene que ver con recopilar la teoría existente y otra con la creación de nuevos datos. Con la primera buscamos partir de lo que ya “se sabe”, de las verdades científicas en las que nos podemos apoyar. Con la segunda, nos acercamos a la realidad para ampliar la información y el conocimiento de algún fenómeno. Pero sólo partiendo de la primera se puede avanzar en el conocimiento.
La elaboración de ambos marcos suele hacerse en paralelo, mejor dicho, suele solaparse sobre todo al principio porque se retroalimentan. Un orden habitual, una vez que sabemos a grandes rasgos nuestro interés de estudio, es comenzar a elaborar el marco teórico y el estado de la cuestión, salvo los investigadores profesionales, expertos y actualizados en sus campos que los dominan y pueden obviar esta fase porque ya la
vienen realizando durante años y la conocen. Otra cosa es en la elaboración posterior del informe de investigación o la fórmula elegida para la publicación de resultados, donde necesariamente también lo deben incluir.
Prácticamente al mismo tiempo y en paralelo, se pone en marcha la definición de objetivos, hipótesis… y se empiezan a tomar las primeras decisiones del diseño metodológico, es decir, ¿qué voy a hacer para investigar acerca de lo que quiero conocer? Normalmente el Marco teórico se cierra antes, los pasos metodológicos así lo permiten, y continuamos con la explotación de datos y demás fases. Otra cosa es que, durante el análisis, necesitemos volver a la teoría a modo de consulta.
1.1 El Marco teórico
Antes de abordar una investigación necesitamos saber el conocimiento actual sobre el fenómeno a estudiar (“Estado de la cuestión”), así como la epistemología existente que puede enmarcar ese conocimiento y darle sentido (Teorías y paradigmas o principios básicos que controlan las visiones del mundo). Para completar ambas partes debemos hacer una exhaustiva búsqueda de fuentes respecto al tema de interés, todo ello se condensa y refleja en el llamado Marco teórico que incluye tanto Estado de la cuestión como las teorías y los paradigmas.
No es fácil elaborar un Marco teórico, suele haber errores comunes: uno de ellos consiste en mezclar Estado de la cuestión con las teorías y los paradigmas, bien porque el propio campo de conocimiento no posee todavía ambas partes suficientemente desarrolladas, lo que suele ocurrir en campos emergentes o porque la falta de experiencia del investigador le lleva a esta confusión.
En ocasiones se produce una denominación confusa de las partes cuando se refiere al todo o viceversa, es decir, llamar “Marco teórico” cuando se habla de “Teorías y paradigmas” o a la inversa. Para evitar esta sinécdoque se puede denominar a las Teorías y paradigmas como “Corpus teórico”. Ahora bien, lo anterior no se puede entender como un error, de hecho, el mundo de la investigación es tan complejo como flexible precisamente porque no hay dos casos iguales.
En un trabajo con un extenso y elaborado corpus teórico, por ejemplo, probablemente en la estructura de la investigación se refleje todo como Marco teórico y el Estado de la cuestión simplemente se refleje como un epígrafe independiente. Muchos autores así deciden destacar en un epígrafe independiente el Estado de la cuestión por tratarse de un campo en pleno avance empírico; la colocación de los apartados y su reflejo en el índice no importan, el orden que cada investigador decida, siempre que está justificado, puede ser válido, lo que importa es que los contenidos estén bien adscritos en la estructura mental del investigador y que así quede reflejado en el trabajo; muchas veces al evaluar un trabajo, no se distingue el contenido “rescatado” de otros autores y el elaborado empíricamente, y esto supone un fallo grave.
1.2. El Marco metodológico
De forma paralela al teórico desarrollamos el Marco metodológico en el que expresamos nuestros objetivos, preguntas de investigación e hipótesis, así como nuestro diseño metodológico (técnicas), análisis y resultados. Igual que en el caso anterior, cuestión diferente es cómo organicemos y agrupemos estos contenidos de cara a la publicación del proyecto de investigación, de hecho, es habitual y recomendable crear un epígrafe independiente para la parte de análisis y resultados o incluso también diferenciar estos, debido a la importancia propia de cada uno de ellos. Así pues, el marco metodológico incluye el proceso y elementos del “método científico”, o dicho de otra manera más coloquial, a él pertenecen lo que aprendemos a hacer en metodología y que habitualmente hasta ahora los estudiantes no han realizado en sus trabajos, mientras que el “Marco teórico” es algo más familiar, puesto que, en parte, reproduce las clásicas búsquedas y vaciados bibliográficos que el estudiante ya está acostumbrado a realizar.
La creación de un Marco teórico sólido es muy importante, pero la construcción de un Marco metodológico, consistente y coherente es vital para la propia ejecución de la investigación y, sobre todo, la validez de los resultados. Si no sabemos a dónde queremos ir y no lo formulamos correctamente en las hipótesis, preguntas de investigación y objetivos, es muy difícil llegar, pero si además no poseemos el instrumental y las instrucciones de uso, es decir, técnicas y diseño metodológico adecuados, es imposible abordar la realidad en la que se manifieste el fenómeno a investigar ni obtener datos relevantes. Para ello es necesario definir y acotar el objeto de estudio o de conocimiento.
Una vez delimitado el objeto material, tenemos que definir qué técnicas voy a usar para elaborar y/o recopilar los datos, así como las herramientas de análisis de los mismos. Todo este conjunto de decisiones, la definición de los elementos indicados y, por supuesto, el análisis de los datos y sus resultados, conforman el marco metodológico.
Una vez delimitado el objeto material, tenemos que definir qué técnicas voy a usar para elaborar y/o recopilar los datos, así como las herramientas de análisis de los mismos. Todo este conjunto de decisiones, la definición de los elementos indicados y, por supuesto, el análisis de los datos y sus resultados, conforman el marco metodológico.
El diseño metodológico, es decir, el plan de acción que el científico define además de consistir en indicar qué va a investigar y cómo, incluye otra parte imprescindible: la justificación de todas las decisiones tomadas. El proceso de investigación es ante todo un proceso racional, esto significa que cada resolución que toma el investigador o el equipo investigador, se sustenta en la lógica y sigue unos criterios, lo cual se debe transmitir como parte del proceso investigador. Las justificaciones aportan credibilidad y el Marco metodológico es el lugar más indicado para recogerlas.
1.3. Elementos “brújula”: preguntas de investigación, hipótesis y objetivos
Una circunstancia muy habitual en investigación es apartarse de la idea originaria. En muchas ocasiones este desvío es consecuencia de elementos que escapan a la voluntad del investigador: circunstancias sobrevenidas de la realidad abordada, recorte de financiación…etc., pero a veces se deriva de una falta de concentración o de la inexistencia de un plan claro y ejecutado con la correspondiente constancia (Izquierdo, 2018b, 35 y ss.).
La metodología ha previsto estas circunstancias y creado un conjunto de elementos metodológicos cuyo fin último es contribuir a mantener el centro de atención original, son los que denominamos elementos “brújula”, esto es: las hipótesis, las preguntas de investigación y los objetivos. Cada uno tiene a su vez cometidos propios y particulares, pero la función común es mantener la dirección adecuada evitando perderse del camino, hay que tener en cuenta que las investigaciones se dilatan en el tiempo, durante meses e incluso años y es fácil que el tiempo difumine nuestros propósitos, máxime si no están claramente definidos.

Las preguntas de investigación son proposiciones formalmente expresadas que intentan aportar indicaciones acerca de algo pero que no se limita a la investigación (Wimmer y Dominick, 1996, 27). Se trata de una formulación en la que los investigadores se plantean sus propios interrogantes sobre el tema a abordar. La diferencia con la hipótesis es que las preguntas son más abiertas, digamos que se elaboran en un estadio más embrionario de la investigación y tiene una función orientativa para el propio investigador, indaga en los problemas que más les llaman la atención a los investigadores, mientras que una hipótesis ya nos puede acercar al diseño metodológico. En definitiva, están menos pulida que las hipótesis u objetivos porque se corresponde a una fase inicial y de mayor dispersión.
Las hipótesis orientan el trabajo, pero además también dan orden y estimulan la labor investigadora. Etimológicamente, tenemos el prefijo griego Hipo- : “lo que se pone debajo” y la raíz –thesis, que nos lleva a: “suposiciones que subyacen”, así las hipótesis son: enunciados teóricos supuestos, no verificados pero probables, referentes a variables o a la relación entre variables.
Cuando un investigador afronta un campo de estudio, ya tiene una idea previa al respecto basada en su experiencia y conocimiento, el científico cree que en el fenómeno que va a investigar la relación entre variables se va a dar de una forma determinada, y la comprobación de esta hipótesis con la realidad es lo que constituye el camino empírico. Esta intuición previa no compromete la objetividad de la investigación ya que normalmente, bien planteemos una investigación en un sentido, bien la plateemos en el contrario el diseño y las operaciones metodológicas van a ser las mismas.
Es importante insistir en que lo importante de una investigación no es que el contraste de la hipótesis salga negativo o positivo, sino el proceso realizado para realizar tal comprobación en la realidad. Sucede además que las hipótesis o “intuiciones previas” no son fruto de la inspiración o el azar, los investigadores tienen capacidad de adelantar hipótesis porque conocen el campo en el que se mueven y es habitual que las hipótesis de una investigación estén fundamentadas en los resultados que se han cosechado en trabajos previos.
Aun así, tanto para científicos neófitos como para experimentados, la etapa documental suele ser altamente reveladora en este sentido, y nos prepara para poder formular hipótesis coherentes con el estado del conocimiento del campo a abordar. También es importante señalar que en una investigación puede (suele) haber más de una hipótesis, algunos autores incluso establecen una hipótesis por cada objetivo, y es que, como vamos a ver a continuación, los tres elementos: hipótesis, pregunta de investigación y objetivos guardan una estrecha relación.
Por su parte, los objetivos de investigación “tienen la finalidad de señalar a lo que se aspira en la investigación (…) y deben expresarse con claridad para evitar posibles desviaciones en el proceso de investigación” (Hernández Sampieri et al., 2006, 47). Es fundamental que los objetivos estén en consonancia con las hipótesis para que el proceso sea coherente, todo ello contribuye al orden tanto mental como de procedimiento, y éste a su vez a la positiva consecución de la investigación y el logro de resultados relevantes.
Por último, señalar que estos tres elementos son muy importantes para la valoración externa del trabajo. Su formulación, así como su coherencia interna y con el resto de elementos de la investigación, son determinantes para juzgar la calidad del proyecto. Las hipótesis y los objetivos son clave para que el público o persona ajena al proceso que se acerque a valorar el trabajo llegue a entender el significado de las páginas que aborda.
1.4. Elementos empíricos: hechos, variables y datos
Junto a los elementos anteriores, necesitamos crear otros elementos cuya concepción nos permite ejecutar la fase empírica. Recordamos que partimos de las teorías, ya se explicó antes que la ciencia está formada por ideas, cuando una parcela de la realidad ya ha sido sistematizada, los investigadores parten de esas certezas para poder continuar avanzando en la creación de conocimiento.
Un elemento fundamental del proceso son los hechos, estos son las unidades de la realidad que tomamos para nuestros análisis empíricos. Podemos considerarlos como las muestras (“trozos de la realidad”) que diseccionamos del fenómeno a investigar, por eso se consideran el punto de partida sobre el que vamos a fundamentar nuestro análisis. La concreción material de los hechos, en el proceso metodológico constituye nuestro material de análisis.
Del siguiente elemento lógico depende en gran medida la calidad de nuestra investigación: las variables. Las variables son los aspectos y las características de los hechos. Es decir, las propiedades de un fenómeno que pueden asumir distintos valores, o, en otras palabras, los rasgos que pueden cambiar o variar. En Ciencias Sociales, el ejemplo paradigmático de variables son las clásicas variables socio-gráficas que se consignan en la mayoría de investigaciones por ser las características que de manera más genérica caracterizan a los seres humanos y sus comportamientos: edad, género, nivel socio-económico, ideología…etcétera.
En la investigación científica agrupamos las variables en dos tipos: las dependientes y las independientes. Las primeras son las que queremos investigar, las otras las que usamos para ver en qué medida cambia la variable dependiente, por ello también pueden ser referidas como variables efecto (las dependientes) y variables causa (las independientes),
Junto a esta visión de variables “concretas”, es importante que el estudiante también observe una concepción amplia del término, puesto que en definitiva terminamos considerando variables todas las “partes” de nuestra investigación que son abordables empíricamente.
El siguiente concepto lógico está estrechamente ligado al anterior: los datos, que son las expresiones de dimensiones de las variables. Los datos son la unidad de investigación mínima, sólo describen el contenido de una dimensión de la variable. Por ejemplo, si tenemos las variables género y edad, posibles datos de estas variables son “mujer” y “51”. Sobre los conjuntos de datos es sobre lo que realizamos el análisis, podemos considerarlos nuestra materia prima de trabajo. Precisar los datos sobre las variables significa establecer dos cosas: cómo recogerlos y el modo de tratarlos. La elaboración de datos significa llevar a cabo operaciones para estar en posesión de datos analizables, y se puede hacer de dos maneras: recopilándolos o creándolos, es decir, recogiendo información ya existente de la realidad (por ejemplo, al observar) o provocando su extracción de la realidad a través de técnicas adecuadas (por ejemplo, al encuestar a gente en la calle).
1.5. Construcción de las muestras
Es necesario asegurarnos que los datos sean representativos de nuestro objeto de estudio, ya que trabajar con universos (o poblaciones completas) no tiene ningún sentido metodológicamente hablando. Nos ayuda a visualizar esta idea la fábula de Jorge Luis Borges, titulada “Del rigor en la ciencia”. Véase Figura 11.
A la hora de configurar las muestras hay que tener en cuenta un primer criterio y es el que divide las muestras en: probabilísticas y no probabilísticas. Las primeras, también llamadas aleatorias, según su fundamento estadístico, implica que todos las unidades o casos que configuran la población tienen las mismas posibilidades de formar parte de la muestra, exactamente igual que el bombo de los números de la lotería, que incluye todos los números y, fundamental, que todos tienen la misma posibilidad de ser elegidos porque el procedimiento de selección es azaroso. El tamaño de las muestras probabilísticas se calcula con fórmulas estadísticas, donde además se contempla un margen de error que hay que establecer matemáticamente.
En las no probabilísticas, o también llamadas “dirigidas”, la elección de las unidades de observación se realiza en función de la decisión del investigador quien aplicar un criterio profesional basado en su experiencia y conocimiento. Existen varios procedimientos para conformar las muestras no probabilísticas: uno es el de los “voluntarios”: que también es fortuito y se produce cuando los especímenes llegan a manos del investigador casualmente, este tipo de procedimientos son habituales en arqueología o medicina. Las muestras dirigidas también pueden estar formadas por expertos, seleccionados por su alto perfil en relación con el tema. Este tipo es habitual para generar hipótesis complejas.
También existen las muestras no probabilísticas de “sujetos–tipo”, es decir, unidades de análisis que cumplen requisitos específicos en relación con los objetivos de la investigación, normalmente para esta selección se requiere experiencia y conocimiento del investigador sobre el tema. Finalmente destacamos un cuarto tipo de muestras no probabilísticas o dirigidas: las muestras por cuotas. Éstas son muy típicas en marketing, donde los investigadores al realizar sus estudios de mercado van llenando cuotas por diferentes variables sociográficas (género, edad…etc.), para conocer, por ejemplo, la opinión acerca de sus productos según diferentes grupos de consumidores. Las muestras por cuotas también son usadas habitualmente en las tertulias políticas donde suele haber un representante de cada uno de los principales partidos independientemente del número de votantes que represente cada uno.
Los investigadores con menos experiencia y los estudiantes suelen decidir sus muestras por accesibilidad, es decir, recurren a los sujetos (o a los objetos) que forman parte de su entorno, y que por tanto son accesibles para ellos, lo cual también es válido porque no deja de ser un mecanismo de azar. Este procedimiento toma varios nombres y formas, una de ellas es el muestreo de conveniencia, que “(…) consiste en seleccionar los mensajes que son más accesibles para el análisis” (Igartua, 2006, 213), y que según este mismo autor está justificado en tres condiciones: una, cuando es difícil acceder al material de estudio; otra cuando se carece de recursos económicos y tiempo como para generar una muestra aleatoria y, finalmente, cuando se explora un área de investigación novedosa, y el estudio es de carácter exploratorio.
En las muestras no probabilísticas las conclusiones son difícilmente extrapolables al universo, por lo que se interesa es por la profundización, en las segundas las conclusiones sí suelen ser extrapolables al universo porque se interesa por la generalización. Es decir que las probabilísticas tienen un carácter más cuantitativo y las otras, más cualitativo.
1.6. Categorización de las variables
El conjunto de los diferentes valores que puede tomar una variable son las categorías, por eso las definimos como cuantos y qué valores podrá adoptar la expresión de la variable. El proceso de creación de las categorías puede ser sencillo si ya están definidas como tal en algún orden simbólico o conceptual o más complejo si es necesario instruirlas para la ocasión.
Un ejemplo universal de una variable cuyas categorías son conocidas de antemano es la variable “color”, cuyas categorías son: amarillo, naranja, verde, azul…etc. En definitiva, son sistemas de categorías predefinidas todos aquellos códigos ya establecidos, aun así, en estos casos se pueden ampliar las categorías, completándolas con matices: “blanco roto”, con nuevas denominaciones: “índigo” o se pueden establecer agrupaciones: “colores cálidos” vs. “colores fríos”. Pero no es habitual que las categorías existan de forma preconcebida y corresponde al investigador diseñarlas (Izquierdo, 2018b, 81y ss.). Un recurso usual, especialmente cuando se tiene menos experiencia, es utilizar categorías ya diseñadas en otros proyectos y llevarlas a su contraste con nuevos corpus o en nuevas situaciones.
1.7. El análisis y las conclusiones
El análisis de datos significa transformarlos de manera que el producto resultante ofrece los “mismos datos” pero de una manera diferente a su estado antes del tratamiento. Es importante ser conscientes de que esa transformación no tiene por qué ser radical.
En investigación sucede lo mismo, no siempre nuestra labor consiste en hacer grandes transformaciones de los datos, a veces a los estudiantes “simplemente hacer una ensalada les parece poca investigación”, pero enredarse en operaciones complejas difumina la capacidad analítica y nos aleja de la necesaria reflexión para lograr profundidad. Siempre es mejor una sencilla ensalada bien elaborada, que un sofisticado plato malogrado por exceso de complejidad.
También podemos explicarlo como el paso de información a conocimiento, porque analizar significa dar sentido a algo que previamente es inconexo, u ofrecer una explicación a un fenómeno. En definitiva, lo que hacemos con toda la información que tenemos condensada es clasificarla e interpretarla, porque el análisis busca hacer explícitos los rasgos, aspectos y propiedades en relación a las variables estudiadas, y para ello necesita ordenar y dilucidar.
Tanto el manejo de las técnicas y métodos, como los procedimientos analíticos están directamente vinculados con las áreas de conocimiento, y escapan a los objetivos de este curso…
Las conclusiones representan ni más ni menos que el resumen de los resultados obtenidos en el trabajo realizado y, dependiendo de la predisposición del lector y su necesidad de profundización, puede darse el caso de que las conclusiones sea lo único que una persona lea en profundidad de nuestro trabajo, por ello es necesario que se realicen son esmero. Sucede que, al corresponderse con la parte final de la investigación, el estudiante puede acusar el hastío del proceso y no ser capaz de reflejar en las conclusiones todo el trabajo realizado previamente. Para evitar este desajuste que tanto puede perjudicar la valoración del trabajo, se recomienda fervientemente que la redacción de las conclusiones no se deje para el final, sino que se vaya elaborando de forma paralela al análisis (Izquierdo, 2018b, 96). Las conclusiones son la consecuencia de un trabajo previo, si éste no está bien realizado difícilmente podremos aportar unas buenas conclusiones, pero a su vez, aunque el trabajo previo sea valioso, si no dedicamos el esmero suficiente a la elaboración de las conclusiones, éstas no conseguirán transmitir los resultados alcanzados que son el fin último de toda investigación.
En las conclusiones se deben hacer explícitos y sintetizados los resultados obtenidos más destacados, es importante insistir en la idea de que sólo puedo destacar aquellos resultados que puedo demostrar empíricamente, es decir, aquellos que he obtenido de la realidad. Así mismo es muy habitual en el apartado de conclusiones refutar o validar las hipótesis, es decir, que una vez contrastadas con la realidad expongamos si se han confirmado o no. Como ya se explicó en su apartado correspondiente, la utilidad de la hipótesis es servir de guía, por tanto, lo que se valorará en la investigación será la argumentación y la evidencia expuesta, no el nivel de veracidad de la hipótesis respecto a la realidad. Junto a las hipótesis podemos tomar como hilo argumentativo para la elaboración de nuestras conclusiones los objetivos.
En la narración de los resultados hallados conviene apuntar una posible explicación de los mismos, pero una vez más es fundamental ser muy cuidadosos en cómo lo expresamos para no transmitir una idea errónea sobre la naturaleza de cada contenido. Igual que antes insistimos en la idea de reflejar de manera bien clara la diferencia entre los resultados de otros autores y los nuestros, ahora debemos ser también muy cuidadosos en diferenciar: los resultados obtenidos a partir de nuestros datos (conclusiones apoyadas en evidencia empírica) y las explicaciones de por qué, como investigadores, creemos que ese fenómeno se ha manifestado así. Para todo ello hay recursos adecuados que debemos utilizar virtuosamente: por un lado, ser rigurosos en cuanto a la estructura metodológica del trabajo, por otro ser cuidadosos con el lenguaje.
Para investigadores noveles, a los que la cautela protege su trabajo, no se debe abusar de la interpretación de los resultados, mientras que un investigador senior se puede permitir afirmaciones más categóricas de las interpretaciones de los resultados basadas en su experiencia. Por lo mismo, la prudencia en un investigador junior es una cualidad aconsejable.
Se recomienda cerrar las conclusiones apuntando los próximos pasos a dar, es decir, indicando cómo se podría seguir creciendo en esa vía de trabajo.